martes, 13 de febrero de 2007

Perro Amor



Sin explorar su instinto más que para cuestiones sexuales ha aprendido a temerle a los perros huyendo de ellos, alejándose, evitándolos a una distancia como para no recibir de ellos ladrido alguno.

A escuchado - con la frecuencia mínima que un niño necesitaría para dejar de llorar - que ellos son susceptibles al miedo, que lo huelen; se ponen a ladrar y no hay descanso de ello hasta una distancia considerable, distancia que él sabe manejar muy bien, dominándolo.

Las enseñanzas clásicas de valentía, honor, le vienen y le van, detesta cuando en el mundo exterior, un destacado miembro de algún grupo constituido o improvisado, intenta sacar provecho de su posición aspirando ser el líder, la cabeza; no le agrada ver como sus subyugados tienden a obedecer sus caprichos sin vacilar, asintiendo; desde luego que están los no tan subyugados, carroñeros pendientes de su presa, a cogerles del hocico y tomar el mando, ese papel pueda que le agrade un poco, no obstante la historia en sí, no.

Que le agrade o no le agrade es un asunto de recuerdos; años atrás, él en un grupo, impotente veía como la cabeza se quedaba con su novia: No entiendes!, soy un artista proclamaba.

Decide no volver a confiar en nadie, al menos en los terrenos del amor. Se vuelve mas suspicaz, o, al menos, mas proclive a ello; no duda en dudar, exagera premeditadamente sin reparos, esa es su intención: volverse un tipo duro.

Acostumbrado a usar la razón por sobre todas las cosas, entiende que para ver realizados sus nuevos objetivos debe entrenar su abandonado instinto; duda de si instinto sea una etapa previa a la dureza, pero no se le ocurre otro punto de partida, debe empezar por algo, de eso está seguro.
Rolando es un amigo de la universidad con el que le gusta andar, se sientan juntos en los exámentes y suelen tirarse papeles diminutos con las claves o respuestas, han aprendido a confiar mutuamente el uno del otro, aprovechan los momentos de descuido del profesor y se mandan señales sigilosas en caso de moros en la costa.
El gusanito crece cuadro por cuadro haciéndose cada vez más rápido, las miradas suelen converger al gusanito cuando este esta bastante crecido, quiere decir que el jugador es suficientemente bueno como para romper el récord, cuando juegan él con Rolando suele ganar; no entiende como puede ganar tan fácilmente cuando en clases es Rolando el más destacado, así como en billar, demás juegos de video salvo con el gusanito. Pero un día Rolando aparece rompiendo el récord anterior; el trata de adivinar la mala noche que pudo haber tenido Rolando pero no puede, sin ojeras ni alguna muestra de cansancio, él trata de entender que es lo que ha pasado, ve jugar a Rolando mientras este rompe nuevamente el récord y así cada nueva vez.
Camino a casa, fuera de los ambientes de bruma y estupor, analiza una por una las imágenes que se grabó en mente, se da cuenta que Ronaldo había imitado su modo de jugar, preocupándose más en la velocidad de su dedos que pensarlo mucho... ¿sería esa la clave? tendría que ver esa velocidad con el instinto, dejarse llevar por el teclear de sus dedos sin pensárselo, concederle el trabajo a su naturaleza animal, a su instinto animal, ¿sería así? de pronto retrocede de un susto ¿instinto? un canino lo amenaza, le ladra, el se aleja como siempre, al frente hay dos pandilleros que pasan de largo, él voltea a verlos, antes de cruzarse uno de ellos salta bajo y golpea la vereda, como enviandole un mensaje: estoy aquí! ve como el perro se echa, como cediéndole el dominio del territorio al tipo aquel.
Ni más, un perro perturbaría su camino.
Pero seguía dolido, la idea de perder a su moza por un artista lo inquietaba ahora más. ¿Cómo demostrar que eso era estupidez? tendría que vivir nuevas experiencias y entenderlas.Y si él fuera artista; ¿podría?¿no estaría muy viejo para ese camino? sigue caminando rumbo a casa: artista piensa, pero esa sería otra historia.

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