lunes, 12 de febrero de 2007

Rutina

Salir a recorrer la línea del barranco a tempranas horas, los amaneceres y colores fríos de la mañana, una que otra silueta fantasmagórica; extrañamente, cada amanecer, es como un nuevo despertar ¿acaso no lo és?, partir de un cero en blanco, exento de condiciones, ataduras, al menos la primera hora del día, el chapuzón que despierta, las hojas que revolotean debajo del puente oscuro orientado hacia la luminosidad gris del día, un solo faro prendido entre la infinita línea de similares apagados, como también en línea empieza el día, una delgada línea que empieza tremular, difuminarse, bajo la creciente presión del día, los quehaceres, las deudas.

El quisiera vivir en esa primera hora, ha visto en vela una película que, se asemeja mucho a ese deseo, está conciente de que no debería dejarse influenciar por la tv, y sin embargo lo hace disfrutándolo, sufriendo en los idilios televisados y gozando los encuentros furtivos, suena la tostadora y la curte de miel, se imagina en algunos años con deterioro cardíaco, muerto por el sonar de una tostadora, ríe, sabe que es estúpido pero se estremece con ese estallido:

Tostadas para el señor!

La mañana no es muy diferente que las otras, sobrellevada fácilmente por historias en mente o reincidentes pensamientos: porqué hizo esto o aquello? que me miró? todo forma parte de una tregua adobada tregua en platos de loza y vasos de cristal; las comidas distraen, las disfruta, pica con el tenedor cada espiga de maíz y mira a su abuela, mas bién contempla, tan delgada y tan frágil, apresura los bocados, agranda la boca, quiere volver a su cuarto.

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